No. No voy a hablaros de David Copperfield o Juan Tamariz. No voy a hablaros de encantamientos, brujería o sortilegios. Tampoco de espectáculos de cartas. Voy a hablaros de las portadas de mis dos novelas y os advierto: si no creéis en la magia, lo haréis. Porque lo que hizo mi socia Carmi es pura magia.
Hace poco hablaba con una persona sobre lo atractivas que resultan las portadas, y la verdad es que no son pocas las que me lo han dicho. A todo el mundo les encanta y no es para menos. ¿Pero cómo surgieron? Y lo más importante: ¿de dónde surgieron? ¿Cuál era la materia prima?
Ahora entraré en detalle con cada portada, pero os puedo decir que todas las imágenes que aparecen son propias. No hemos fusilado nada, no hemos plagiado nada ni hemos usado imágenes protegidas. Casi todas las fotografías las he tomado yo a excepción del logo de las tibias, que me fue cedido por gentileza de una amiga. Sé que hay muchos autores que usan fotografías de terceros; yo no voy a entrar a valorarlo pero, desde luego, es algo que no haré. Me refiero a usarlas sin permiso, por supuesto. Pero vamos al lío.
Cuando planificamos la primera portada yo tenía algunas ideas de lo que quería, pero por motivos obvios no podía llevarla a cabo (fotografiar un barco del siglo XVI no resulta sencillo). El caso es que tras varias conversaciones con Carmi y un par de lluvias de ideas, pensamos que sería buena opción reflejar en la portada lo que Ernesto Sacromonte veía en su camarote. La idea era crear una especie de bodegón de la vista de su camarote, incluyendo en el centro de la misma una frase corta, contundente y atractiva. La magia, sin duda, surgió en su magnífico trabajo. Aquí podéis ver el antes, una foto tomada en la mesa de mi salón e incluyendo algunos elementos. Y el después, un trabajo muy bueno con programas de fotografía y añadiendo otros elementos que no estaban en la foto original. Como veis, el resultado es increíble. Destacar que la iluminación de la fotografía original deja bastante que desear.
Y si la primera fue buena, en la segunda parte se superó. La idea era darle continuidad a los tonos, texturas y colores de la primera, pero reflejando lo que sería la trama principal de la historia: la lucha de Sacromonte contra sí mismo. Por eso necesitábamos dos Sacromontes en escena. Y por eso necesitábamos colocarlos en un lugar como ese, con la luz reflejando al primero y el túnel oscuro reflejando al segundo. Y no fue fácil, sobre todo teniendo en cuenta de lo que se partía: varias fotos del modelo (mi hermano) en la plaza de San Carlos del Valle, una imagen de las ruinas de Itálica y la idea clara de lo que se buscaba. A partir de ahí Carmi hizo su magia y el resultado no puede ser mejor.
Ambas portadas tienen continuidad, hablan perfectamente de su interior e invitan a la lectura.
Como veis, el trabajo detrás de las portadas ha sido mucho. Partir de unas imágenes con una calidad mínima y llegar a lo que hoy podéis ver no fue fácil, pero como dije al principio de esta entrada… Carmi hace magia.
¡Un saludo!